No me gusta mi anterior entrada de esta categoría, pero quizá era necesaria. Al fin y al cabo, todos somos humanos, y necesitamos un momento de desahogo, de gritar y de desesperarse un poco.
Total, el tiempo pasa, y con él, la vida. Si nos ponemos filosóficos, podemos pensar que todas estas cosas están determinadas, y que no hay mal que por bien no venga, ya que si no fuera por X o por Y, no habría pasado W o Z.
Bueno, si lo vemos así... No. No me convence. Si ya ha pasado W o Z, ¡que X e Y vuelvan a ser igual que antes! Pero, como todo en esta vida, no es tan fácil.
Además, eso de buscarle un determinismo del destino o de alguna entidad divina no me convence. Prefiero no echar las culpas a nombres abstractos. Si ahora X e Y es diferente, es en parte por mi culpa.
Pero esta entrada no es para volver a exasperarme. Es para reorganizar mis prioridades. Como ya dije una vez, mi primera prioridad es ser feliz. Una serie de desajustes genéticos y cromosomáticos parecen ser propensos a causarme comeduras de cabeza que se ven incrementadas por situaciones hostiles.
Pero sigue siendo mi primera prioridad.
Volviendo al tema principal, hoy hace un mes desde el 29 de marzo, igual que la semana que viene hará un mes del 7 de abril y dentro de tres años hará tres años de esta entrada. Ya que el ser humano tiene por costumbre medir sus jornadas en fracciones de 24 horas, en estas
Bueno, al igual que mis desajustes genéticos me causan comeduras de cabeza, también me han dotado de una infinita paciencia. Esperaré a que vuelvas. Sí, soy un poco idiota por ello, lo sé, puede que a lo mejor tardes años, o puede que ni lo hagas. Seguiré con mi vida, no pensaré en la situación, pero te esperaré, como esperaba aquellos días de invierno cuando llegabas 10 minutos tarde [Aunque según tú, mi móvil estuviera mal] porque aunque sé que esos días no volverán a repetirse, quedan en el recuerdo. Y es en base a esos recuerdos por lo que te echo de menos. Nostalgia, quizá.
Mientras tanto, a vivir, que son dos días.